Escena.
Once de la mañana. Voy con mis dos nietas a enseñarles la radio donde escondo la piedra. Les hace mucha ilusión ver una radio por dentro y están en esa maravillosa edad en que lo preguntan todo. Onda Vasca está en un edificio propiedad de los jesuitas. Los fines de semana la puerta de abajo está cerrada y tienes que llamar para que te abran. Cuando estamos llamando abre la puerta un cura jesuita, con una bolsa de basura maloliente.
- Yo – ¡Uy, mirad qué bien! ¡Ya podemos entrar!
- El cura – No, perdón, esto está cerrado.
- Yo – Ya, pero yo soy colaboradora de Onda Vasca y quería enseñar a mis nietas cómo es la radio, he tocado el timbre pero estarán ocupados ahora mismo.
- El cura – Pero esto está cerrado y si ellos no les abren yo no puedo hacer nada.
- Yo – Pero ahora está abierto, usted nos ha abierto.
- El cura – Lo siento pero yo vivo aquí y no se puede abrir la puerta a cualquiera.
- Yo – Pero no tenemos pinta de ladronas o delincuentes mis nietas y yo ¿verdad?
- El cura – No, qué va! Pero las reglas son las reglas y yo no les voy a dejar entrar.
- Yo – Vamos hijas, que el amor a dios no es compatible con la amabilidad, ni con el amor al ser humano.
De la radio no nos han abierto, imagino que estaban a mínimos, y nos hemos subido. Lo que peor cuerpo me ha dejado es no haberle montado un pollo porque él se estaba saltando las reglas bajando la basura a las 11 de la mañana, cuando la norma municipal prohibe que se baje antes de las 17:00, es decir él hace que los demás cumplan las reglas pero él se las salta. Y encima no le he montado un pollo tampoco por el mal ejemplo que acababa de dar a mis nietas. Yo soy atea, pero mi nieta la mayor acaba de hacer la comunión.
Después de mi frase, mi nieta de 9 años me dice… bueno, amama, tampoco tenía mucho amor a dios ¿no? porque dios quiere que los humanos seamos felices y él mucho caso no le ha hecho a dios…