La religión no es una ciencia. Por tanto no puede ser enseñada ni aprendida. Eso significa que no debería ser una materia a «enseñar» en la escuela. Solamente puede ser transmitida por los pálpitos vitales, contagiada a través del comportamiento y evocada por un estilo de vida.
Por tanto, no puede encontrarse en oposición ni en discusión ni con la química, ni con la física, ni con las matemáticas, ni con la astronomía, ni con la genética, ni con cualquier otro tipo de conocimiento científico, porque no pertenece a ningún área de conocimiento, sino que pertenece al área irracional del ser humano.
Tan irracional como cada cual quiera serlo, sin tener que obedecer las irracionalidades ajenas.
Unos, por ejemplo, obedecen a la irracionalidad de descalzarse, taparse la cabeza, colgarse un tambor y echarse a la calle a aporrear. En su casa le reconocen por los pies.
Los hay que prefieren venir cuando todos van. Y los hay que dan miedo, por sus negras vestiduras.
A mí me ataca un miedo irracional a la irracionalidad que impide al ser humano ejercer la libertad de pensamiento y ejercer el respeto al pensamiento ajeno. Pero en ambos y en todos los sentidos ¿eh?
Que no sé muy bien qué tipo de pálpitos vitales estamos contagiando a nuestras generaciones futuras, con estas celebraciones del «gore sacramental«. Tendremos que pedirles después que olviden los tambores.
Servidora obedece a un impulso irracional de coger carretera y manta y plantarse en un rinconcito de León a coger setas y pasar un frío pelotero.
Aquí les dejo, a cada cual con su conciencia, yo me llevo la mía.
Salud, cultura, anarquía y libertad de pensamiento tengan ustedes.
(escrito el 10/03/2008)